Jaquelina Livieri, soprano argentina: «El arte y la mente son la única posibilidad que tiene el mundo hoy en día para poder evolucionar»
Con una brillante carrera en Argentina que la ha proyectado internacionalmente, la soprano, nacida en Rosario, confiesa en esta entrevista su temprano inicio en la ópera y los retos que ha debido enfrentar en el medio lírico latinoamericano. En 2017, Jaquelina acompañó al legendario tenor español José Carreras – uno de los «3 grandes» – en su gira de despedida. Ahora, la cantante, reconocida por su trabajo en el repertorio de Giuseppe Verdi, confiesa que ama la música de su país y que algún día sueña con cantar una ópera argentina.
La ciudad argentina de Rosario es conocida como un punto neurálgico de la cultura de su país. No solo es la cuna de la bandera de Argentina y del llamado «rock nacional». La capital del departamento de Santa Fe es, también, sede de una vida artística inagotable y un patrimonio que se palpa en cada una de sus calles, vibrantes salas de conciertos y teatro y festivales que desde hace décadas mantienen un sello propio.
La soprano lírica Jaquelina Livieri es originaria de esta singular ciudad. A los 16 años debutó en el teatro rosarino El Círculo. Luego de graduarse del Instituto Superior de Artes del Teatro Colón, su carrera se ha desplegado por los escenarios más importantes de Argentina, participando principalmente en roles de coloratura y en el repertorio de compositores clásicos como Donizetti, Mozart y, por supuesto, Verdi.
Ahora, esta soprano, miembro de la plataforma Escena Digital nos explica su llegada al mundo lírico, el proceso creativo que sigue en la preparación de sus papeles, los desafíos para desenvolverse en la escena y, además, nos deja un listado de sus artistas y obras favoritas en el caso de tener que vivir en una isla desierta.
– ¿Cuál es tu primer recuerdo con la música? ¿Cómo te acercaste a ella? ¿Hubo alguna persona en especial que te mostró este mundo? ¿Recuerdas la primera vez que fuiste a un teatro?
Mi primer acercamiento con la música fue a los 9 años. Una compañera de la escuela me contó que por la tarde, después de la escuela funcionaba un coro de niños y que ella estaba asistiendo y si yo quería quedarme. Le pedí permiso a mi abuela esa misma tarde y me quedé. Ese día el director del coro probó mi voz, me hizo vocalizar y me aceptó. La obra que estaba enseñando era el “Va, pensiero” de la ópera Nabucco de Verdi. Desde ese momento mi vida estuvo rodeada de música y de ópera.
– ¿Cómo ha influido tu cultura en la realización de tu trabajo? ¿Crees que el origen de una persona influye en las formas de hacer arte?
No sé si puedo hablar de este tema a nivel global, es decir, por el hecho de ser de Argentina, pero sí he notado siempre una diferencia muy grande por el mero hecho de no haber nacido en la capital del país. Por un lado, en las ciudades pequeñas es más difícil poder formarse y desarrollarse en esta profesión, al menos en mi país y al mismo tiempo esta dificultad termina transformándose en una gran fortaleza porque te enseña a valorar muchísimo más las oportunidades.
A lo largo de mi vida me he dado cuenta que muchas personas que tuvieron que trasladarse desde distintas provincias hacia la capital del país lograron desarrollarse más rápido y mejor que los que habían nacido allí, como si hubiera una fortaleza extra. Por supuesto esto no es una generalidad y como todo en la vida, también hay excepciones.
Esto, claramente responde al origen como lugar. Ahora si habláramos del origen como el seno familiar, las vivencias, la clase social, las posibilidades, etcétera, por supuesto que puedo asegurar que influye en lo que un artista puede ofrecer.
«El canto lírico no es una ciencia exacta»
– ¿Cómo fue tu debut profesional en la escena lírica? ¿Qué obra o pieza cantaste? ¿Puedes describirme lo que recuerdes de ese momento?
La realidad es que he comenzado a cantar desde tan chica que no logro identificar cuál fue ese momento en el que se podría decir que hice mi “debut profesional”.
Sí puedo mencionar dos situaciones que me hicieron dar cuenta que algo estaba cambiando; una de ellas, la primera vez que actué como solista en un concierto de la temporada de la Orquesta Provincial de Rosario, uno de los organismos más reconocidos del país cantado la obra Le Roi David de Arthur Honnegger. La otra fue la primera vez que obtuve un reconocimiento en un concurso de canto, ese día me hice consciente que iba a trabajar como cantante lírica.
– ¿Cuál ha sido el principal desafío en tu desarrollo profesional? ¿Cómo abordás esas dificultades o esos desafíos?
El principal desafío es no confundir la profesión/trabajo con la vida misma, entender que es parte de la vida, una faceta de ella, pero que no somos cantantes, somos personas. Que el cantar es nuestra profesión, con lo que nos ganamos la vida, que a su vez nos da satisfacción porque tenemos la fortuna de trabajar de lo que nos gusta y que esto no nos resulta «trabajoso», pero que no es el único motivo de nuestra existencia.
Otro desafío importante es lidiar con el hecho de que el canto lírico no es una ciencia exacta, que no es 2 +2= 4, que nunca seremos perfectos, aunque intentemos día a día crecer, mejorar, progresar. En esta profesión hasta cuando uno crea que dio lo mejor puede haber un sinfín de personas que no les agrade tu trabajo, que aunque tu trabajo sea óptimo en un ensayo, una función o un período de tiempo, no significa que lo va a ser siempre, lo cual te lleva a sentir que cada vez estás dando un examen para demostrar por qué vale tu trabajo, por lo que para subirse a este tren de sensaciones nuestra seguridad personal debe estar muy fuerte, sino, te destruye.
«Humanizar a los gigantes de la lírica me ha permitido ser menos dura conmigo misma»
– ¿Tienes algún proceso creativo o de preparación para tus roles líricos? ¿Podrías describirlo?
Sí. Me gusta, primero que nada, leer la obra de teatro, novela o lo que sea en que se haya basado el libretista o compositor para escribir la ópera. Esto me permite conocer más profundamente el texto que en general en las óperas esta resumido.
Luego escribo en la partitura la traducción de toda la ópera, más allá de conocer algunos idiomas, necesito poder verlo escrito junto con la música. Una vez hecho esto me siento por primera vez a conocer mis líneas melódicas tratando de conectarlas desde el primer instante con las emociones que el texto me sugiere. Luego me conecto con el acompañamiento, primero al piano, trato de descifrar con qué instrumentos van a sonar esos acordes o líneas para percibir si el texto, la música, las emociones y esa sonoridad coinciden.
Una vez que este proceso está hecho con toda la partitura escucho una versión realizada por primera vez (adoro cuando tengo que estudiar una partitura completamente nueva para mis oídos) y constato si mi estudio y mi percepción fue correcta, para así poder volver a la partitura para que esta siga evolucionando.
Después comienzo a hacer ejercicios de memoria, primero haciéndome consciente de qué frases ya están impregnadas en ella y cuáles no. Trato de poner imágenes a estas últimas para que puedan fijarse. Cuando la memoria está, la dejo unos días o semanas para que madure en la mente. Luego la vuelvo a tomar para efectivamente comenzar con la preparación final en el teatro.
– ¿Cuál ha sido tu papel o personaje favorito para cantar? ¿Qué es lo que más te gustó?
Mi personaje preferido o más bien el que más satisfacciones me ha dado es Violetta, de La Traviata. Por un lado, porque es el rol que más he cantado y uno solo puede amar lo que conoce, y por otro lado porque el rol ofrece un abanico de posibilidades, tanto vocales como escénicas y la sensación al terminar de cantar es siempre de gratitud y plenitud.
– En 2017 acompañaste a José Carreras en su gira de despedida. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue una experiencia que jamás imaginé en la vida que podría vivir. Compartir escenario con uno de los 3 legendarios tenores, con uno de los que popularizó el arte lírico, que recorrió el mundo entero cantando, fue una experiencia inolvidable y por la que estaré agradecida a la vida siempre por haberme elegido para vivirla.
También el hecho de poder conocer un poco a la persona y no al cantante, a ese ser que a pesar de su gran trayectoria aún se estremece al salir a un escenario, aún siente la adrenalina, aún se pone nervioso, aún siente que tiene que «dar examen», el poder humanizar a estos gigantes de la lírica me ha permitido ser menos dura conmigo misma.
El arte como mecanismo de conexión
– ¿Qué rol puede o debe tener el arte en los momentos que vivimos actualmente?
El arte y la mente son la única posibilidad que tiene el mundo hoy en día para poder evolucionar. El que lo puede reconocer pasa de grado y crece, el que no, repite y si son muchos los que repiten, el mundo se estanca y como todo lo que se estanca, se pudre.
– Ahora pensando en Latinoamérica, ¿crees que hay suficiente difusión de la ópera latinoamericana? ¿Qué se podría hacer al respecto?
Siento que en estos últimos años ha comenzado a haber mayor difusión del arte lírico en Latinoamérica y más interconexión entre sus países. Así y todo, no percibo que haya un crecimiento del género o una mayor producción operística profesional. Percibo que son más los cantantes que surgen que las posibilidades reales de trabajo para todos ellos en nuestro continente americano.
– ¿Cuál es tu diagnóstico con respecto a cómo el medio latinoamericano ha enfrentado los desafíos de la pandemia?
Entiendo que la pregunta se refiere a los desafíos de la pandemia para con la cultura, los teatros, las artes, etc. Siento que no han tenido herramientas para enfrentar esta situación y que eso no les ha permitido hacer mucho.
Entiendo lo difícil de la situación y además todas las particularidades que cada casa de ópera puede enfrentar, llámese presupuestos, gremios, gobiernos, política, salud, etc.
Pero al mismo tiempo considero que la responsabilidad no es exclusiva de los teatros o «hacedores de cultura», sino que también de la quietud en algunos sectores o lugares de sus artistas y del silencio rotundo del público y es a este último al que le adjudico uno de los roles más importantes: ¿No es acaso el que consume arte quien debería reclamar por su falta?
Y esto me lleva a varias preguntas: ¿Efectivamente les hizo falta? ¿O simplemente decidieron «repetir de grado»?
– ¿Cuál es tu papel soñado? ¿En qué teatro te gustaría interpretarlo? ¿Con quién te gustaría compartir el escenario? ¿Hay alguna obra latinoamericana que te gustaría interpretar?
No tengo un papel soñado, pero sí me gustaría cantar alguna vez Juliette de la ópera Romeo et Juliette de Gounod. Tampoco hay un teatro específico ni una persona, el mejor lugar y el mejor elenco es ese en el que se puede hacer música y compartir.
Amo la música de mi país y me gustaría alguna vez cantar una ópera argentina.
– Si tuvieras que elegir cinco compositores, obras, artistas o discos para vivir en una isla desierta, ¿cuáles serían?
“4 últimas canciones” y El caballero de la Rosa, de Richard Strauss
“El poema del amor y del mar”, de Chausson
“La canción de cuna para un niño ciego”, de Virtú Maragno
“La primera pregunta”, de Carlos Guastavino