Bajo la Lupa: Entrevista al tenor Francisco Casanova
El tenor dominicano Francisco Casanova ha cantado durante 25 años en los mayores teatros de ópera en el mundo, con un extenso repertorio de 56 papeles estelares para tenor, dentro de los cuales se destaca Verdi con 22 de sus óperas. Entre sus compañeros de elenco figuran las más altas luminarias del mundo de la lírica
Por Ximena Sepúlveda
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Antes de que nos cuentes de tu vida y grandes éxitos, vamos a hablar sobre la situación de la ópera en tu país: la República Dominicana. ¿Existe Ópera Nacional auspiciada por el gobierno o entidades privadas?
Hace mucho tiempo que me fui de República Dominicana y aparte un viaje aquí o allá, voy poco. El Teatro Nacional, entidad gubernamental, las produce; o el Maestro que dirige la Sinfónica Nacional, también entidad gubernamental. Hoy día es el Maestro José Antonio Molina el director titular de la OSN. Creo que va a hacer La Traviata próximamente.
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Existen iniciativas privadas, como ya dije anteriormente, que con mucho sacrificio hacen producciones de óperas, zarzuelas y operetas. La Sociedad Pro Arte, dirigida por el Doctor Edgar Pérez Martínez, se ha estado ocupando en los últimos años de presentar óperas en la República Dominicana, me parece que en el Teatro Nacional. Algunas de sus actividades han sido realizadas en colaboración con un grupo de músicos dominicanos por allá por el lejano 1979. Cada uno en su momento, los cantantes dominicanos se armaron de valor para echar hacia delante la cultura operística: Arístides Incháustegui, Rafael Sánchez Cestero (mi primer maestro), Henry Ely, Ivonne Haza, Frank Lendor; Fausto Cepeda, Marianela Sánchez, Gladys Pérez.
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Un esfuerzo importante que se hiciera en la década de los 90 fue el de Ópera de las Américas, dirigida por mi amiga la soprano Teresa Pérez Frangie. Canté en una producción muy bella de la ópera Aïda (Agosto del 1999), con Marianne Cornetti, April Evans y el buen amigo el bajo Kevin Short. Dirigida por el Maestro Jan Vneck, me siento orgulloso por el bello trabajo realizado por mi querida amiga Teresa. Más tarde cantó en Europa durante muchos años. El Dr. Pérez Martínez lleva ya unos años trabajando con su compañía Pro Arte en Santo Domingo.
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¿Cómo funciona el Conservatorio de Música? Es pagado o se basa en becas a la población?
Cuando fui al Conservatorio Nacional de Música de Santo Domingo, no se pagaba ni inscripción ni el cuatrimestre. Creo que todavía es igual. Se tomaba un examen de admisión en el que se estimaba el nivel en el que se encontraba el estudiante -generalmente veníamos después de algunas clases privadas en las que nuestro maestro nos preparaba para dicho examen-. Si el alumno pasaba el examen, se matriculaba y empezaba las clases. En mi época el Conservatorio Nacional de Música estaba bajo la jurisdicción de la llamada entonces Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos. Los nombres se cambiaron hace más o menos una década, y ahora las han vuelto a llamar Ministerios. Desde que los nombres cambiaron, creo que el Conservatorio Nacional de Música de Santo Domingo (espero siga llamándose así) está bajo la supervisión del Ministerio de Turismo. Pero es una conjetura mía. Alguna persona da una beca aquí o allá para un estudiante del interior del país con talento, para que pueda sobrevivir en la ciudad.
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¿Fuera de tí, ¿existen otros cantantes de ópera destacados?
En la República Dominicana han habido muchos cantantes muy buenos siempre: Eduardo Brito; Rafael Sánchez-Cestero, Teresa Pérez Frangie, Gladys Pérez, Henry Ely, Fausto Cepeda, Frank Lendor, Olga Hazar; Ivonne Haza, Juan Cuevas, Ramón Figueroa, Arístides Incháustegui, Marianela Sánchez… todos muy buenos y que han hecho una marca notable en la vida cultural del país. Generosos en el decir, todos los dominicanos les deben una gran deuda de gratitud por haber traído la música a sus vidas con sus bellas voces.
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De la nueva generación, la mía, recuerdo a Ramón Figueroa, los Drs. Edgar Pérez Martínez y Juan Tomás Reyes; de la siguiente a Glenmer Pérez, Moisés Franco, Otilio Castro, Modesto Acosta, Francisca Moreno, entre muchos más que me es imposible retener en la mente. Voces buenas que recuerdo las de Marino Polance y Obed Ureña. No sé si siguieron estudiando.
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Tengo entendido que siempre ha habido cantantes líricos, pero que no se han podido dedicar a la ópera, sino más bien cantar popular. ¿Qué me dices de esto?
Yo obtuve una buenísima educación musical, gratuita, en el Conservatorio Nacional de Música de Santo Domingo en las aulas de los Maestros Rafael Sánchez Cestero, Olivier, Camilo, Margarita Luna y Manuel Marino Miniño Marión-Landais. Sí, en mi tiempo la educación musical era gratuita en el Conservatorio Nacional de Música. Si lo es hoy, éso no lo sé. Fuera de la República Dominicana el conocimiento que adquirí, como regalo de mi experiencia profesional en los últimos 39 años, fue puesto encima de la sólida base musical que recibí en el Conservatorio Nacional de Música de Santo Domingo . Me apadrinaron en mi petición los Maestros Sánchez-Cestero y Miniño Marión-Landais, este último en aquel momento director del Conservatorio y mi maestro de armonía.
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Pasé las de Caín los primeros diez años e hice de trabajos para sustentarme, trabajos que nunca imaginé que haría. Hice de todo menos lo mal hecho: trabajé como mensajero, limpiando casas y hoteles, asistente de electricista, cantaba en restaurantes para ganar dinero al mismo tiempo que practicaba mi oficio (en esa época habían más de siete restaurantes tales en la Gran Manzana, ya no existen hoy); canté servicios de iglesia, en funerales y bodas para ganarme el sustento, como he dicho, honestamente, hasta que terminé administrando un programa de salud para las grandes masas de trabajadores necesitados de la gran urbe en la famosa Iglesia Riverside de Nueva York (Religious Committee for the New York City Health Crisis/Health Action Resource Center) y por último la imprenta CJ/The Printworks, en la calle 46 con la Novena Avenida en Nueva York, donde estuve como administrador desde el 1986 hasta el 1990. Buenos años aquellos en los que aprendí mucho sobre la vida.
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El punto de la pregunta: Sí, de voces tiene la República Dominicana muchas y muy buenas. El gobierno nunca ha ayudado a nadie, pero también el interesado debe de ayudarse. No creo en la excusa “no se han podido dedicar”… los cantantes dominicanos que despierten del sueño de que alguna vez el gobierno o un hada madrina les va a ayudar. Que salgan y se hagan de un oficio fuera del país. Después, si los llaman, que vayan a cantar si les pagan bien.
Es bueno si le dan una beca a uno. Si no, busque la manera de irse a pasar trabajo, porque no la va a pasar bien si a aprender a cantar es que se quiere ir afuera. Que no piensen que van a dormir en cama blanda. Yo pasé muchos años durmiendo en el piso por no tener con qué comprar una cama. Hoy en día prefiero el piso no sólo porque estoy acostumbrado sino porque me hace bien a la espalda.
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Ahora hablando de tí. ¿Cómo descubriste tu pasión por el canto y dónde estudiaste?
A los tres años es cuando primero fuí consciente de esta manera de expresión, pues un día temprano en la mañana escuché a mi padre que cantaba en su estudio. Su bella voz de tenor me tocó el corazón y lo que cantaba también, y me dije: “Eso es lo que yo voy a hacer…” y ya a los once, mi inclinación a pasarme horas oyendo los discos de la colección de mi padre aumentaba de día en día. Así fue como llegué a conocer a Caruso, Gigli, Galli-Curci, Scotti, Kraus, Del Mónaco, Boninsegna, Farrar, Pertile, Fleta, Mardones, Campora, Ferraro, Muzio, Olivero, Callas, Tebaldi, Caballé, Bastianini, Kristoff, Neri, Guelfi, Ausensi, Aragall, La Virgen, Corelli, Kraus, Martí… a través de esos discos y de transmisiones radiales desde Hilversum, Holanda, donde muchos años más tarde llegué a cantar Les Vëpres Siciliennes, LÀmore dei Tre Re, Poliuto, Requiem de Verdi. Ese fue mi mundo desde siempre. Ayudó el hecho de que mi padre, como ya dije, cantaba. Tenía una bella voz de tenor que usaba bien. Nunca cantó ópera sino popular, pero en su época la diferencia era poca en lo que a producción de voz se refiere. Llegó a hacer un poco de carrera como cantante popular en la década de los 40 en Nueva York. La voz de mi padre, que se llamaba Alfredo Chahín, era de calidad, pero no entrenada. Mi madre, Bárbara Casanova, estudió el piano desde pequeña en el Conservatorio de Santo Domingo y privadamente. Fue una buena maestra y mi primera acompañante. Ya a los quince años me atrevía a cantar M’appari tutt’amor, Il mio tesoro intanto, O tu che in seno agli angeli, E lucevan le stelle, Una furtiva lagrima, romanzas que ella me acompañaba durante veladas familiares en casa o en actos musicales en el Colegio La Salle. Así obligaba a todos mis amigos de la secundaria a escuchar ópera. Y cuando Gustavo Ubrí o Rafael Pérez venían a estudiar conmigo en casa, obligatorio era escuchar la escena del Nilo con Nilson y Corelli antes de empezar a hacer la tarea, o el tercer acto de la Tosca con Gigli y Caniglia. Jajaja… Los pobres, todavía me soportan. Eso es cariño verdadero. No saben siquiera si les gusta o no la ópera, pero como yo canto, se mantienen informados y opinan y me miran de soslayo para ver si están diciendo las cosas correctamente. ¡Jajaja! A Ubrí le gustaba en particular una grabación de Regine Crespin de Les nuits d’étes de Berlioz. En esa época escuchábamos música en discos de vinilo de 33 rpm. Todavía conservo muchos discos de esos, unos dos mil.
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Soy el último hijo del matrimonio Chahín-Casanova, el único vivo de la familia. Tuve tres hermanos mayores que yo: Sandra, Tamara y Luís Alfredo, en ese orden. Todos con muy buenas voces, cantantes también. Crecieron cantando. Mi padre tocaba el violín aparte de cantar y mi madre, como ya he dicho, tocaba el piano. En nuestro pueblo, Santa Cruz del Seybo, no había actividad en la que Alfredo, Barbarita y sus tres hijos mayores no estuvieran envueltos de manera prominente en la parte musical. Yo llegué después de un descanso de siete años, después de Luís Alfredo, y tan pronto di señales de poder cantar, entré oficialmente en el círculo de cantantes de la familia en el verano del 1966, tenía 8 años. Hice mi debut en una velada cuyo motivo no recuerdo, en nuestro Teatro Prado (que ya no existe), cantando la canción Señorita del puertorriqueño Rafael Hernández.
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Mis tres hermanos mayores (descansen todos en paz) habían preparado el terreno para mí. El resto fue fácil, pues nací inmerso en aquel océano musical que era la familia Chahín-Casanova.
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Tu carrera te ha llevado por todo el mundo con gran éxito, cantando en los teatros más importantes y junto a primeras figuras de la lírica, destacándote por un excelente fraseo y elegancia en la interpretación, además de una bella voz. ¿Crees que habrías tenido el mismo éxito si no hubieras salido de la República Dominicana?
No creo que ser dominicano haya tenido incidencia positiva o negativa en el hecho de que canté por más de treinta años en 28 países y 38 estados de Estados Unidos un total de 60 papeles protagonistas de tenor lírico. Si logré hacer carrera se debe única y exclusivamente a que trabajé con ahínco y disciplinadamente por adquirir una buena técnica y sentido del estilo de lo que canté y al hecho de que supe quienes eran buenos maestros para mí y quienes no. Supe escoger mi repertorio y nunca dí menos de lo que se debe dar al público. Aún si estando enfermo para uno u otro concierto o presentación operística, la Música venía primero y nunca cancelé una función ni pedí que se anunciara el hecho de no sentirme bien o de tener incluso fiebre. Cancelación por enfermedad sólo una, y ya tenía más de 53 años, después de dos años de haberme retirado de los escenarios, en abril del 2012, y afectado por una diabetes galopante.
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Teniendo en cuenta las dificultades y sacrificios que implica una carrera en la ópera, ¿qué le aconsejarías a los cantantes nuevos que quisieran dedicarse a este arte, pero no saben cómo hacerlo? ¿Cómo pueden saber estos cantantes si su futuro está en la ópera?
Que se imaginen lo peor y luego que lo multipliquen por mil. Así tendrán una idea de cuán difícil es la carrera.
Empezando por el hecho de que cantar no es fácil: cantamos letras y músicas escritas no sólo en otras geografías sino hace ya más de 150 años y el mundo ha cambiado mucho desde entonces en una pretensión de progreso que francamente yo no entiendo. Y cantamos generalmente en idiomas que nos son extraños.
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Los viajes en avión, los horarios nos destruyen, nunca hay tiempo para descansar ni para habituarse a los lugares a los que se llega, ni a sus comidas, ni al agua. Con todo ésto en mente, que se pregunten si pueden vivir sin el canto o no, que se hagan el propósito de no cantar nunca en la vida. Si no pueden hacerlo entonces, y sólo entonces, deben dedicarse al canto, siempre que tengan talento y la voluntad de trabajar duro así como la habilidad de aprender. Yo tomé la decisión firme de dejar el canto como diez veces en la década de los ’80, para vivir en tormento por 24 horas después de las cuales re-emprendía el camino de aprendiz de tenor.
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Por otro lado: se debe de saber hablar el idioma en el que se canta, porque la lengua es un 50% de la técnica. Aparte de esto, la lengua es también el estilo, además de ser la guía del fraseo en el canto.
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¿Existe un temperamento especial para ser cantante?
Sí: se necesita dejar todo egoísmo fuera de esta ecuación, pues cuando La Musa lo elige a uno es para que uno sacrifique el ego en su altar. Así uno tiene que respirar, comer, dormir, caminar, pensar, amar por ella y sólo para ella. Ese es el cantante ideal y ése debe de ser el ideal de todo cantante. No es así en todos los casos.
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Paciencia y tesón son necesarios para someterse a horas diarias de entrenamiento esperando crecer. El crecimiento vendrá pero no de la manera que uno quiere ni tanto como uno quiere, sino de la manera que tiene que ser. Que es como debe de ser.
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Paciencia para lidiar con la vida y sus inconvenientes.
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¿Qué es VeraMusica?
VeraMusica Ltd. es mi compañía. La fundé con mi esposa el 8 de noviembre del 2007. El nombre VeraMusica me surgió de manera espontánea cuando el contable que me llevaba los negocios en Nueva York preparaba los papeles. Al preguntarme qué nombre quería ponerle a esta compañía, miré a mi esposa y ella me preguntó qué había sido mi vida desde el comienzo y le contesté que, como lo había sido para ella, mi vida se resumía en el amor por la música y a la poesía, amor que me había llevado a dejar todo atrás para dedicarme a la búsqueda de una manera de expresión verdadera, justa, directa, simple… a través del “arte del bien combinar los sonidos en el tiempo”, para ponerlo de la manera sucinta y clara en la que Hilarión Eslava define la música en su método de solfeo, el cual me ha acompañado desde los siete años. Así nace VeraMusica Ltd., porque ésa ha sido mi existencia desde los tres años: buscar, escuchar, pensar en la música y sus bendiciones sobre los humanos.
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A través de mi compañía VeraMusica me he dedicado recientemente a la enseñanza del canto en la ciudad de Nueva York, donde tengo mi Academia de Canto la cual llamé Maestro Pier Miranda Ferraro. Mi academia la dedico a ese gran tenor italiano, el Maestro Pier Miranda Ferraro (Altivole, 30 de Octubre del 1924 – Milano 18 de Enero 2008), quien fue mi mentor desde el 1991 hasta el día de su muerte. Prácticamente me adoptó como un miembro más de su familia, de la cual recibí todo el afecto y apoyo que me faltó en círculos más cercanos en los años de mi primera juventud.
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En Marzo del 2006, el Maestro Ferraro me pidió que luego de su muerte me encargara yo de la labor de la enseñanza del canto, porque él consideraba que de todos sus alumnos yo había sido “el único que realmente había comprendido este oficio de acuerdo a la tradición que me fuera enseñada en el Conservatorio de Venecia por el Maestro Mirko Bonomi y en Milano (la Accademia de La Scala) por Aureliano Pertile.”
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He entrenado a docenas de cantantes que han venido a estudiar conmigo de muchas partes de los Estados Unidos así como de otras partes del mundo: Italia, España, la República Dominicana, Corea, Japón, México, Australia, Grecia, Canadá y Austria. Disfruto mi trabajo y con mi quehacer he podido ayudar a muchos jóvenes cantantes a entrar en el campo profesional tanto en los Estados Unidos como en Europa. Desde el principio, aparte de enseñar, produzco conciertos para ellos para darles la oportunidad de cantar las arias, dúos y hasta óperas completas que tienen que preparar para su caminar profesional. Trabajo en conjunto también con Valley Lyric, que opera en Greenville/Sharpsville, Pensilvania, y que es liderada por mi amigo de la infancia el Dr. Francisco Canó. Las producciones de Valley Lyric son con orquesta reducida y vestuarios, sobre una escena preparada a propósito.
Así, he producido las siguientes óperas para mis alumnos: Aïda, Il Trovatore, La Traviata, La Bohème, Giovanna d’Arco, I lombardi alla Prima Crociata. Estuve también envuelto en el estreno mundial de la ópera UPON THIS HANDFUL OF EARTH, ópera contemporánea del compositor noruego Gisle Kverndokk y su libretista Aksel-Otto Bull. En esta última, producida por la Iglesia San Ignacio de Loyola de Nueva York, participaron en dos de los papeles principales mis estudiantes: la mezzosoprano Sara Murphy y el tenor John Tiranno.
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He hecho cerca de 30 conciertos para ellos en los últimos 9 años, no sólo en la ciudad de Nueva York, sino también en los estados de New Jersey y Pensilvania así como en República Dominicana. Algunos de mis estudiantes, los más avanzados, han cantado y siguen cantando en el Carnegie Hall, Alice Tully Hall, La Arena de Verona, la Ópera de Roma, los Teatros de la ópera de Bari y Cagliari, sólo para mencionar algunos, y festivales importantes como Ravinia, May Festival of Cincinnati.
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He enseñado también con asociaciones como Caruso/Altamura Foundation de New Jersey, la Universidad Católica de América de Washington DC y, muy especial para mí, la Fundación Canto de las Américas que dirige mi querida amiga y grande artista, la soprano chilena Verónica Villarroel. VeraMusica Ltd. me proporciona la plataforma desde la que me lanzo a hacer estas cosas.
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New York, 30 de agosto del 2018.