Christine Hucke: «En este oficio se debe evaluar la capacidad, coherencia y calidad del trabajo»

Conoce a Christine Hucke, la joven directora de escena chilena que debuta en el Abay Opera house de Almaty, Kazajistán con la ópera El Barbero de Sevilla.

 

Fue el año 2010, cuando realizó una pasantía en dirección escénica con el director Emilio Sagi para el montaje de Il Viaggio a Reims de Rossini en el Teatro Real de Madrid, que Christine inició su carrera sin retorno en el mundo de la dirección escénica.

 

Después de esa enriquecedora experiencia, continuó en el Municipal de Santiago de Chile como coordinadora de producciones y asistente de dirección junto a connotados regisseurs en diversas óperas. El año 2015, y gracias a una beca de la Fundación Ibáñez-Atkinson, se trasladó a Italia, país donde vive actualmente, para realizar un Máster en Dirección de Escena de Ópera en Verona Opera Academy logrando nutrir su experiencia con los doctos conceptos de la academia italiana.

 

En el mes de Marzo de 2015 debutó como regisseur en un teatro nacional con la producción.  El Barbero de Sevilla en el Teatro Regional de Rancagua de Chile con gran elogio de público y crítica. Su paso por la dirección de escena no paró ahí. Luego realizó la puesta en escena de la ópera El Gato con Botas en adaptación para niños y el concierto Las 4 Estaciones en una versión también para niños titulada Mis primeras Cuatro Estaciones, para la temporada del Pequeño Municipal del Municipal de Santiago de Chile.

 

Su primer salto internacional será en Abril de 2018 cuando dirigirá la puesta en escena de El Barbero de Sevilla de Rossini con escenografía, vestuario e iluminación de Patricio Pérez, para la temporada del Abay Opera house, en Almaty, Kazajistán.

 

Cuéntanos, ¿Cómo una bailarina decide estudiar teatro y luego dirección escénica?


Cada disciplina me fue dando luces de la otra. Mi primer amor fue la danza, fue mi primer lenguaje y mi primera forma de expresión. En un principio mi interés era solo por el ballet clásico, pero tuve la suerte en ese entonces de formarme en un lugar como el conservatorio “Izidor Handler” de Viña del Mar, en donde la visión era formar bailarines integrales por lo que se tenía como base la técnica académica, pero incluyendo además a la formación danza contemporánea, danza española, historia de la danza y música, lo que me entregó una versatilidad que yo no hacía consciente en esos momentos, pero la cual me llevó a poder desarrollarme luego en otras formas de danza y la que sin duda alguna me entregó una sólida base para mi vida futura en el arte.

 

Y dentro de  este desarrollo el tema de la interpretación siempre era algo que me llamaba mucho la atención. Recuerdo que ya cuando me comenzaron a dar roles para bailar ponía mucha atención en las indicaciones de interpretación de mis maestros, por lo que no solo me preocupaba de mover correctamente mi cuerpo, sino que también me interesaba el crear las historias de los personajes que tenía que llevar a escena, por lo que intuyo que siendo muy niña siempre busqué la forma de “contar historias” sobre un escenario. Ese interés mío fue en aumento en la medida que iba creciendo y en esa búsqueda entré a estudiar Teatro. Descubrir esta disciplina fue maravilloso, ya que me abrió la puerta de los ¿por qué?.

 

Comencé a “hablar”, discutir, crear, trabajar en un colectivo creativo, opinar teniendo que tener potentes argumentos para aquello. La danza siempre me siguió acompañando solo que ahora tenía otra herramienta para poder seguir ahondando en mis intereses ya que había aprendido a hablar otro idioma: el teatro.  Y fue durante este periodo que me comencé a interesar en la dirección. En esos momentos y como forma de poder costear parte de mis estudios, postulé para comenzar a hacer ayudantías del ramo de actuación y creo que fue desarrollando esta veta la que me hizo comenzar a conocer este oficio, haciéndome sentir muy atraída por este.

 

Al poco tiempo de titularme me llamaron para hacer las coreografías de una producción de “Carmen” que se montaría en Valparaíso y me ofrecieron también ser asistente de dirección de ese montaje, lo que para mi sorpresa significaría que estaba a punto de comenzar a aprender un tercer idioma: la ópera. En esta encontré todas las formas de arte que me interesaban: la música, el teatro, la danza, el diseño… En fin, sentí que podía ser un aporte desde mi experiencia como intérprete, pero ahora desde el “backstage” como directora. Así llegué a la dirección y específicamente de ópera.

 

¿Cómo ha sido tu experiencia como mujer en el mundo de las artes y sobre todo en el mundo de la dirección?  

 

En el mundo de las artes hay algo que es claro, y esto cae tanto para mujeres como para hombres, sin trabajo y disciplina no hay resultados de ningún tipo y teniendo en cuenta esto, por lo menos para mi cuesta mucho menos sobrevivir en esto sin morir en el intento. Creo que no es necesariamente una virtud el esforzarse por conseguir algo, es lo obvio, lo que hay que hacer.

 

He vivido muy intensamente cada periodo de mi vida en el arte lo que me hace sentir que los escalones los he subido de uno en uno, pudiendo disfrutar de este camino con días de sol y otros de tormenta, con aciertos y desaciertos, aprendiendo mucho más de los errores, lugar desde donde más fortalecida he salido. Con recursos y sin ellos lo que desde siempre ha generado en mí una potente conciencia de respeto y valorización de poder contar con un espacio para poder crear y un escenario para poder compartir los resultados de intensos periodos de trabajo, sea cual sea este lugar ya que para mí son todos de igual de importantes.

 

Soy muy autocrítica y me doy perfectamente cuenta de cuando algo lo hago mal y por supuesto busco aprender y no volver a caer en ese error y así seguiré aprendiendo hasta el día que me muera. Creo que todo esto me ha preparado de mejor manera para los desafíos que presenta el mundo de la dirección, que respondiendo a la pregunta de cómo lo he enfrentado siendo mujer, tendría que responder que es en este último donde comencé a notar cierto “subrayado” en el hecho de serlo.

 

A pesar de que por mi forma de pensar jamás ha sido tema para mí y porque ciertamente he tenido muchas mejores  buenas experiencias al respecto, sí sería querer tapar el sol con un dedo el hecho de no comentar que lamentablemente aún en nuestro siglo sigue existiendo en algunas personas la mentalidad que si una mujer golpea la mesa “es una histérica”, pero si un hombre lo hace “él sabe lo que hace” y en eso, por supuesto que estoy totalmente en desacuerdo simplemente, porque no veo diferencia. En esto hay de todo, hay hombres y mujeres que hacen bien su trabajo y hay hombres y mujeres que lo hacen mal. Fin de la discusión. Y entiendo que es eso lo que se debe evaluar cuando se trabaja en este oficio, la capacidad, coherencia y calidad del trabajo. El resto es un tema que me aburre profundamente.

 

En tu opinión, ¿cuál es el contraste entre la formación de directores en Latinoamérica versus Europa?

 

Primero que todo hay que señalar que en general en el mundo hay pocos lugares para poder formarse específicamente en dirección de escena de ópera y en nuestro continente entiendo que solo está el Teatro Colón. El camino por lo general es trabajar como asistente y en la práctica vas aprendiendo el oficio, cosa que creo también es muy importante dentro de una especialidad como ésta.  

 

Pero principalmente lo que aporta el poder moverse desde Europa para un artista y en este caso bajo el prisma de la dirección, tiene que ver con que todo el tiempo estás pudiendo refrescar tus referentes culturales y artísticos,  aprendes viendo. Yo me nutro mucho de lo que veo en las ciudades, con su gente y la arquitectura del lugar que te habla de los hechos históricos que sucedieron en esos lugares.

 

Puedes visitar museos, muestras en las calles, es fácil trasladarse a ver producciones de grandes directores de escena que cuentan con cantantes de primer nivel en importantes casas de óperas, hay mucha actividad lo que hace que básicamente suba tu nivel de exigencia y enriquezcas tus puntos de vista al momento de sostener tus propias ideas. Europa es un lugar donde puedes aprender mucho, pero nosotros como continente latinoamericano tenemos una historia y un lenguaje artístico maravilloso  lo que nos hace únicos y es nuestra mejor carta de presentación. Creo que tenemos mucho que contar, solo tenemos que comenzar a empoderarnos de esa idea.

 

Sería muy interesante el poder generar instancias de formación en nuestros países, como por ejemplo que más teatros de ópera puedan abrir sus puertas a quienes estén interesados en conocer este mundo para luego poder desarrollarse en este ámbito, ya sean directores de escena, escenógrafos, vestuaristas, iluminadores, generando espacios de experimentación accediendo a conocer desde dentro el mundo de la ópera y su lenguaje. De esta forma descubrir nuestros propios códigos artísticos encontrando un lenguaje común desde la experiencia del hacer, pero desde Latinoamérica.

 

Como anécdota atingente a este tema, recuerdo que estando en una de las clase del máster en Italia, a modo de ejercicio nos pidieron contar el argumento de una ópera, yo escogí La Bohème y en un momento del relato fui interrumpida por mi maestro quien exclamó: “…estamos frente a una exponente del realismo mágico latinoamericano…”. Quedé tan sorprendida con su comentario, que recién cuando iba de regreso en el tren que me llevaba a casa desde Verona a Modena, logre procesar el tremendo halago que me había dicho y la tremenda responsabilidad que eso significaba por haber nacido en esta parte del mundo. Y, por cierto, me encantó ser reconocida como tal.

 

¿Cuáles han sido los pilares que te han mantenido en pie durante estos años, familiares amigos o alguna entidad?

 

Mi familia desde siempre ha sido un pilar fundamental. Por parte materna, provengo de una familia de músicos y diseñadores, todos autodidactas. Mi bisabuela aprendió a tocar guitarra mirando por el cerrojo de una puerta por lo que la premisa siempre fue el que quiere puede independiente de las circunstancias que te toquen vivir y así lo he vivido hasta el día de hoy con un apoyo incondicional e imprescindible para mí.

 

Por supuesto que los amigos que saben de tus sueños también son de gran apoyo siempre. Y en estos últimos años sin duda mi amor, Juan Pablo. Con él hemos vivido juntos esta aventura de ir en la búsqueda de crecimiento constante y en eso nos hemos acompañado y apoyado mucho ya que este camino es siempre en subida.

 

Y como entidad la “Fundación Ibañez-Atkinson”, ellos se interesaron en mi trabajo becándome para poder pagar mis estudios en Italia siguiendo de cerca mi camino en desarrollo, por lo que les estoy muy agradecida.

 

¿Crees que tu labor motiva a más mujeres a seguir el camino de la dirección escénica?

 

Ojalá que así sea y que yo sea digna representante de nuestro género. Desde mi incipiente camino en desarrollo, sí tengo claro que la única forma de llegar a cumplir los objetivos trazados es teniendo la convicción de poder cumplirlos, por difícil que parezca y trabajar duro y sin descanso es la premisa. Nada es gratis, nada se consigue sin esforzarse al máximo y trabajando duro por cumplirlo… y de eso, las mujeres sabemos.

 

En tu opinión, ¿cúal es el valor del trabajo en red para un artista latinoamericano?

 

Fundamental, y entenderlo de esa forma es muy importante. Como región latinoamericana tenemos mucho que contar. Por geografía, idioma, forma de enfrentar la vida, hay lenguajes artísticos que tenemos sólo por pertenecer a este maravilloso continente por lo que si nos unimos y nos potenciamos cada uno desde su expertise podemos crecer mucho y brillar con la fuerza del mismo.