El Teatro Real estrena una nueva producción de «Los maestros cantores de Núremberg» (Wagner)
Entre el 24 de abril y el 25 de mayo el Teatro Real ofrecerá 9 funciones de Los maestros cantores de Núremberg, de Richard Wagner, en una nueva producción que se estrenará en Madrid y tendrá dirección musical de Pablo Heras-Casado. Laurent Pelly –director de escena y figurinista de la producción– sitúa la trama en un mundo destruido, inestable y simbólico –diseñado por la escenógrafa Caroline Ginet–, en el cual los hombres sobreviven gracias a su herencia cultural y artística. El reparto está encabezado por Gerald Finley (Hans Sachs), Leigh Melrose (Sixtus Beckmesser), Tomislav Mužek (Walther von Stolzing), Jongmin Park (Veit Pogner), Nicole Chevalier (Eva), Sebastian Kohlhepp (David) y Anna Lapkovskaja (Magdalene).
Entre el 24 de abril y el 25 de mayo el Teatro Real ofrecerá 9 funciones de una nueva coproducción de Los maestros cantores de Núremberg, de Richard Wagner (1813–1883), que unirá a dos directores muy queridos del público de Madrid: Pablo Heras Casado, principal director invitado del Teatro Real, y Laurent Pelly, gran maestro del universo simbólico de la comedia –La hija del regimiento (2014), Hansel y Gretel (2015), El gallo de oro (2017), Falstaff (2019), Viva la mamma! (2021) e Il turco in Italia (2023)– que se enfrenta ahora a su “primer Wagner” en una monumental producción con 135 artistas sobre el escenario.
Los maestros cantores de Núremberg, estrenada en el Teatro de la Corte de Múnich el 21 de junio de 1868, es una obra singular en la producción de Wagner y el décimo título de su catálogo operístico. La trama transcurre en un espacio y un tiempo muy concretos: la ciudad de Núremberg, durante una sola jornada –la noche y el día de San Juan– en el siglo XVI, coincidiendo con la vida real del poeta, músico y zapatero Hans Sachs (1494-1576), convertido en protagonista de la partitura y cuya estatua preside hoy la plaza que lleva su nombre en la ciudad.
Los protagonistas de la ópera son miembros de un gremio de artesanos burgueses que compaginan sus oficios con el arte de crear canciones bajo reglas muy estrictas y minuciosas. La llegada de un forastero que, por amor, intenta participar en uno de sus severos concursos de canto con una arrebatadora e inspirada canción fuera de todos los cánones establecidos, genera entre los Maestros cantores un encendido debate estético y filosófico entre lo transgresor y lo normativo en la creación artística, que va creciendo en complejidad a lo largo de toda la ópera, evocando las grandes corrientes de pensamiento del Romanticismo centroeuropeo.
Wagner, autor también del libreto concebido a través de un sesudo trabajo de documentación sobre el universo gremial de los maestros cantores en Núremberg, da alas a sus reflexiones filosóficas enfrentando a los partidarios de la tradición reglada e inamovible representados por Sixtus Beckmesser –caricaturizado sin piedad– y los defensores de la libertad creativa del artista, encarnada por el joven Walther von Stolzing.
Entre ambos, la figura conciliadora y abnegada de Hans Sachs, que aboga por un arte libre y sincero, inspirado en la tradición y la cultura del pueblo alemán. Su monólogo final, apropiado y distorsionado por el régimen nazi, propició un enfoque siniestro de la ópera, lejos de su defensa del arte como fundamento de la convivencia y la armonía de un pueblo.
La portentosa música de Wagner recrea el ambiente de Núremberg con un riquísimo lenguaje formal y armónico que potencia el perfil de los personajes, situaciones dramatúrgicas y discursos de los protagonistas, articulando con pericia y fluidez los corales religiosos luteranos, marchas, canciones de trabajo, melodías populares, bailes y evocaciones del mundo sonoro de la ciudad. La brillante orquestación, muy articulada a la trama y sin los vuelos armónicos de sus óperas anteriores, critica, parodia, se mofa y se divierte con los personajes.
El director de escena Laurent Pelly potencia, precisamente, el sustrato burlesco de la ópera, alejándose del tratamiento realista del gremio de los artesanos en Núremberg, que emerge en un universo quimérico y poético que refleja el pensamiento, los anhelos y los conflictos de los protagonistas.
La ópera se desarrolla en un mundo devastado e inestable –con escenografía de Caroline Ginet e iluminación de Urs Schönebaum– en el cual los hombres sobreviven gracias a su herencia cultural y artística y a la memoria de su ciudad protectora. Los personajes se mueven en un espacio simbólico de casas de cartón apiñadas como los retazos de una vida estructurada que se tambalea y se derrumba, abriéndose a un nuevo mundo más libre y verdadero a través de la sublimación del arte.
La ópera será dirigida por Pablo Heras–Casado, cada vez más vinculado al repertorio wagneriano. Después de haber inaugurado, con gran éxito, la pasada edición del Festival de Bayreuth, con Parsifal (que volverá a interpretar este año), va a dirigir una nueva producción de El anillo del nibelungo, junto a Calixto Bieito, en la Ópera de París. En el Teatro Real interpretará su sexto título de Wagner después de El holandés errante (2017) y la Tetralogía –El oro del Rin (2019), La valquiria (2020), Siegfried (2021) y El ocaso de los dioses (2022)–.
Un impresionante reparto de excelentes cantantes-actores dará voz a los peculiares personajes de Los maestros cantores, encabezados por Gerald Finley (Hans Sachs), Leigh Melrose (Sixtus Beckmesser), Tomislav Mužek (Walther von Stolzing), Jongmin Park (Veit Pogner), Nicole Chevalier (Eva), Sebastian Kohlhepp (David) y Anna Lapkovskaja (Magdalene).
Junto a ellos, el Coro Titular del Teatro Real, con 112 cantantes preparados por José Luis Basso, y la Orquesta Titular del Teatro Real, con una plantilla de 95 músicos, interpretarán esta nueva gran producción, en la que Laurent Pelly, junto a Jean-Jacques Delmotte, se ocupa también de los más de 300 trajes que utilizarán los intérpretes en escena.
Los maestros cantores volverán al Teatro Real después 23 años, ya que desde su reapertura se han ofrecido solamente tres funciones de esta ópera, en junio de 2001, con el Coro y Orquesta de la Staatsoper de Berlín, bajo la dirección de Daniel Barenboim. Será, seguramente, una nueva mirada sobre esta ópera tan singular, con una dialéctica filosófica retórica y profunda, pero también paródica y grotesca.